La novela póstuma de un gran poeta. . Antonio sabía escribir, y escribir, además, muy bien; esto no se puede predicar de cualquiera.
Lisboa, Pessoa y un ambiente que recuerda un tanto a los libros de Kafka confluyen en una obra que reverbera como el tañido de una campana.
Apunto aquí la sinopsis de contraportada y un enlace a la reseña editorial.
Eugenio Etxebarría, profesor en la Universidad de Deusto, llega a Lisboa con el propósito de confirmar una extraña teoría: que los heterónimos del gran vate portugués, Fernando Pessoa, fueron entes reales, personas de carne y hueso. Lisboa envolverá de inmediato a Eugenio con su saudade atlántica, con el oro viejo de sus calles y la bizarría misteriosa de sus gentes. Y no solo la Lisboa de ese poeta que se muestra con rostros varios como una figura desplegable, sino también la Lisboa de Enrique el Navegante y Camoens, de Pombal y Oliveira Martins, ciudad de ensueño, acólita del Tajo en su agonía dulce, reservorio de cadencias metafísicas.
En Lisboa, Eugenio encontrará la belleza y lo terrible, y un amor apasionado que le galvaniza la sangre y que por primera vez le hace sentir miedo a la pérdida, porque no todos en Lisboa ven con buenos ojos las investigaciones de Eugenio acerca de los heterónimos pessoanos. Hay hombres enigmáticos que le vigilan, le confunden, le amenazan, quieren que se olvide de todo y regrese a Bilbao. Eugenio tratará de emular a Teseo y, con la ayuda de su particular Ariadna, descifrar el laberinto en que para él se ha convertido Lisboa, antes de que la sangre llegue al río.