Tenía una lectura pendiente y la promesa de cumplirla a mi amiga Amparo, “enamorada de Pereda” que me sonaba a mí como un poco exagerada, como todos los amores que uno no comprende porque desconoce.
Esa lectura era Peñas Arriba. Tenía la idea de que iba a ser una novela pesada, demasiado descriptiva, regionalista, de un autor local y menor. Nada más lejos de la realidad, esa que describe Pereda, esa que se te estrella en la cara como un tortazo, para que despiertes de prejuicios e imaginerías. Me ha requerido un pequeño esfuerzo, pero ha merecido la pena y volveré a leerla con gusto y regusto, por lo cual, no puedo dejar de recomendarla y pedir humildemente que se lea más.
Publicada en 1895, enmarcada dentro del realismo literario español. La primera edición se agotó en veintiún días. La historia transcurre en un pueblo de alta montaña de la cordillera cantábrica, Tacablanca, al que su protagonista Marcelo, joven madrileño, abogado y de situación acomodada viaja con motivo de la enfermedad de su tío Don Celso, para hacerse cargo de la hacienda.
El tema principal es la lucha interior de Marcelo, entre dos mundos; ciudad, campo, tradición y modernidad. El paisaje, las costumbres, las gentes van formando parte de su vida y cambiando de una visión hostil, fría, aburrida de los primeros días a un profundo amor por la naturaleza.
Pereda nos pone en evidencia que es posible y no contradictorio la transformación y modernidad del mundo rural sin perder su esencia. Valores universales e intemporales de una novela de carácter regionalista.
Lenguaje rico, intenso, descriptivo, emotivo. Vocabulario único que en muchas ocasiones reconozco palabras que alguna vez escuché, pero que ya no se utilizan, otras que desconozco, pero que llevan mi imaginación a un mundo que ya no existe, un mundo en que las palabras estaban llenas de vida y amor a las cosas reales de todos los días, desde el nombre de los utensilios a las descripciones del tiempo, cantidad de adjetivos para describir la lluvia, los colores, los perfumes, el frío y hasta los sabores de los pucheros…, pinceladas de Solana.
Hace Pereda del lenguaje popular un lenguaje literario intemporal, de los personajes, seres vivos de fuerte realidad y del paisaje una hermosura infinita, que despierta amor y respeto por la naturaleza.
“No solamente había cesado de nevar, sino que también se hallaba el viento encalmado; y, por una venturosa casualidad, por un rasgón abierto en la espesura de los negros celajes asomaba la luna llena, derramando su luz pálida sobre el blanco tapiz del valle y los más altos picos del brocal de montes que le apasionan…”.
Hay un detalle importante en la vida de Pereda y que se refleja en Peñas Arriba El suicidio en 1893 de su primer hijo, Juan Manuel, le sorprendió cuando estaba redactando el vigésimo primer capítulo. En el manuscrito original hay una cruz que señala el triste momento. Este acontecimiento le afectó muchísimo y en la novela a partir de este capítulo hay un cambio de estilo, los colores se vuelven negros, los paisajes más sombríos, aparece el pesimismo y la resignación. Nada más humano y cercano.
Poco puedo añadir, a lo que grandes escritores y estudiosos han dicho sobre Peñas arriba, sin duda la mejor novela de José María Pereda y una de las grandes novelas del s XIX.
Decía D. Marcelino Menéndez Pelayo que las novelas de su amigo D. José María Pereda no solamente había que leerlas, sino también sentirlas, porque “son algo de tan nuestra tierra y de nuestra vida, como la brisa de nuestras costas y el maíz de nuestras mieses”
Dice Saiz Viadero: “Veo, entiendo y abrazo la obra de Pereda, como una bandera de prestigio y orgullo que podemos levantar los cántabros de hoy. Una obra universal, una obra al mismo tiempo de profundo contenido localista.
Anthony H. Clarke: “A Pereda hay que verle y sentirle con relación a Dickens, Balzac y Hardy –no a su altura sino compartiendo buena parte de su mundo, sus preocupaciones y sus finalidades novelescas- a la vez que junto a sus contemporáneos españoles”
Pardo Bazán: “El talento de Pereda es un huerto fértil, bien regado, bien cultivado, oreado por aromáticas y salubres auras campestres, pero de limitados horizontes”
Rosa Pereda: “Pereda hace en Cantabria lo que muchos escritores europeos, americanos y de otras regiones españolas: volver sus ojos a su tierra natal y nombrarla. Nombrarla como si nadie lo hubiera hecho antes, nombrarla para descubrir su realidad profunda, o al menos, para dar noticia de lo que la tierra dice. ”Literatura de nombramiento”, dijo Carlos Fuentes.
La lista sería muy larga, poco puedo añadir y de ninguna manera mejor expresado, solo compartir mi sentir al leer Peñas Arriba, un dulce placer, una lectura pausada, emotiva a corazón abierto sin prisa, no hay acción, pero transmite un dulce placer de tranquilidad y calma, respeto por los antepasados, amor por la tierra, amor al calor de la lumbre, al agua en el canalón y al verde de Cantabria.
Un gran libro lleva a otro y estos días cayó en mis manos “Paisajes del Alma” (1918-1922) de Miguel de Unamuno. Un placer también perderse en esos hermosos paisajes y cómo no en el capítulo Recordando a Pereda, perderse por Tudanca, (Tablanca en Peñas Arriba) y recorrer el prado del Concejo y pasear por Polaciones.
“Ayer, en el vecino valle de Polaciones, contemplaba unas montañas maternales y lozana, matronales diríamos, vestidas de haedo y de robledo hasta la cumbre y destacándose sobre el fondo de Peña Labra, que era la puerta del bajo cielo. Moría la tarde sobre la serenidad reposada del valle…”
Tudanca, 27-VIII-23 “Paisajes del alma” Miguel de Unamuno.
Gema Gutiérrez Peña
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